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María Félix
Con sólo decir su nombre la mente se llena de calificativos:
Bella... sin duda la más bella.
Actriz. Diva. Ídolo…
Elegante. Inteligente. Arrogante…
Temperamental. Disciplinada. Fuerte…
Astuta. Tajante. Controvertida…
Altiva. Sensual. Glamorosa…
Musa de compositores, poetas y pintores.
Venerada por muchos, rechazada por otros.
Mexicana. Legendaria. Irrepetible. Inmortal.
Sí… inmortal, una palabra que tal vez parezca excesiva, pero, para ella, es el calificativo perfecto. Su encanto y su esplendor nos siguen cautivando de tal manera que, muchos años después de su último adiós, sigue atrayéndonos a una llama que no se podrá extinguir jamás.
María de los Ángeles Félix Güereña - «La Doña», «María Bonita», «La Mexicaine» - nació en Álamos, Sonora el 8 de abril de 1914 y murió en la Ciudad de México ese mismo día, 88 años más tarde. Fue la novena de los doce hijos de Bernardo Félix Flores y Josefina Güereña Rosas. Quienes conocieron a María dicen que, de niña, disfrutaba con aficiones propias de muchacho, alejada de cuanto se esperaba de una niña. De jovencita se ejercitó como consumado jinete, pero muy pronto su hermosura comenzó a llamar la atención.
En 1930, fue coronada reina de la belleza estudiantil en la Universidad de Guadalajara y cuatro años más tarde contrajo matrimonio con Enrique Álvarez Alatorre, con quien procreó a su único hijo, Enrique, quien fue, sin duda, el gran amor de su vida. El matrimonio no duró mucho y María, muy a su pesar, dejó a Quique con su padre y se mudó sola a la Ciudad de México buscando cumplir sus metas.
La próspera relación de María Félix con el cine empezó por azar. Se hallaba mirando vidrieras de tiendas de antigüedades en el Centro Histórico cuando el director Fernando Palacios la abordó preguntándole si le gustaría hacer cine. La respuesta pertenece al mundo de la leyenda de La Doña: “¿Y quién le dijo que yo quiero entrar en el cine? Si me da la gana, lo haré; pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”. Y así fue. Su primer papel fue el estelar de "El peñón de las ánimas" en 1942, junto al actor y cantante Jorge Negrete. La relación entre el Charro Cantor y la debutante no pudo ser peor ya que él había solicitado a su novia Gloria Marín para el papel principal. El rodaje fue difícil y condujo a un enfrentamiento entre ambos que, sin duda, contribuyó a cimentar su fama como una mujer dura y altanera gracias a la publicidad en la prensa amarilla de la época. Es importante mencionar de que de todas las grandes súper-estrellas del séptimo arte, María Félix es la única que fue protagonista de todas sus películas, las 47. Jamás apareció en un reparto en segundo lugar.
Tras el rotundo éxito de "El peñón de las ánimas", su carrera ascendió vertiginosamente y se consagró apenas con su tercer filme, "Doña Bárbara", cinta que le dio su apelativo más famoso. Su celebridad aumentó al contraer matrimonio con el ilustre compositor Agustín Lara en 1945. Como regalo de bodas, Lara le compuso su himno, "María Bonita", y con la ayuda de Lara, recuperó a su hijo.
En 1946, tuvo su primer encuentro con Emilio “El Indio” Fernández y, de su mano, María realizó las tres películas que la consagraron a nivel internacional: "Enamorada" y "Río Escondido", por las que gana sus dos primeros premios Ariel como Mejor Actriz, y "Maclovia" en 1948. Gracias a estos filmes, Hollywood se interesa en ella, pero la actriz se resistió con el argumento de que no le gustaban los papeles que le ofrecían. Dijo enfáticamente: "No me va el canasto. Las indias las hago en mi país; en el extranjero sólo encarno a reinas".
Para ese entonces ya su fama rebozaba México y cruzó el Atlántico contratada por el productor español Cesáreo González. Realizó tres importantes películas en España, entre ellas "La corona negra", especialmente escrita para ella por Jean Cocteau y vestida por Balenciaga. En 1951, tras su éxito arrollador en España, emprendió su conquista de Italia para filmar "Incantessimo Trágico", la historia de una campesina de Umbría del siglo 18. El diseñador del vestuario vistió a María como tal, pero la diva, inconforme con su vestuario de aldeana pobre, exigió que el gran modisto del momento, Christian Dior, le diseñara un vestido “especial”. El modisto francés la complació, y viajó de París a Roma para hacerle las pruebas finales en persona. El director inventó una escena de fantasía en la cual María parecía una diosa del Olimpo descendiendo de una nube. La secuencia no tenía el menor sentido, pero al menos la diva estaba feliz y no pudo lucir más hermosa. El diseño único, hecho de crin de caballo almidonada y bordado en lentejuelas, chaquiras y cristales, le gustó tanto a María que pidió que lo hicieran un poco más corto para poder usarlo en su vida social. Lo llevó a Argentina y posteriormente a Cuba.
En Italia también realizó "Mesalina", en su momento la cinta más cara del cine italiano. Al año siguiente, viajó a Argentina donde realizó "La pasión desnuda" y cultivó una estrecha amistad con Eva Perón hasta su muerte. En 1952, María regresó a México, y pidió una suma millonaria por rodar la cinta "El rapto" junto a su némesis de una década anterior Jorge Negrete. El odio de antaño se convirtió rápidamente en amor y se casaron el 18 de octubre de 1952 en la llamada Boda del Siglo. Años después, María dijo que “Jorge ya sabía que iba a morir y quiso darse un último año a todo dar”.
Tras la muerte de Negrete, María regresó a Europa, Francia en específico, convertida ya en figura mítica del cine, que podía darse el lujo de elegir las producciones que le interesaban, así como los directores con los que quería trabajar. Se destacan entre ellos Jean Renoir, Luis Buñuel e Ismael Rodríguez quien la dirige en "Tizoc" y "La Cucaracha" junto a otros dos ídolos mexicanos, Pedro Infante y Dolores del Río, respectivamente. Estelarizó otras tres películas junto a Pedro Armendáriz, para muchos su galán por excelencia.
En 1956, María contrajo matrimonio por cuarta ocasión, ahora con el banquero francés Alexander Berger, con quien vivió entre México y Francia, y de quien enviudó 18 años después. En los años 60, la presencia de María se limitó a unas cuantas películas, siendo "La Generala" en 1970, su última cinta. En el mismo año, aceptó la invitación de su gran amigo Ernesto Alonso y protagonizó la mini serie de corte histórico "La Constitución", la cual fue su último trabajo profesional como actriz.
Tras su retiro del cine y la muerte de Berger, María se reinventó como la Reina de los Hipódromos europeos al heredar una cuadra de 87 caballos purasangre que llegó a ganar importantes premios hípicos internacionales. Las mejores casas de moda de la época la vestían – Hermés, Dior, Chanel, Gucci, Givenchy, St. Laurent. La casa Cartier le diseñó legendarias joyas y se rodeó de lujos y colecciones únicas. Se codeó con los intelectuales de la época y fue una de las grandes celebridades que constituyó el jet set internacional de los años 60 y 70.
El golpe más duro que recibió en su vida fue, sin duda, la muerte de su hijo y admirador más ferviente en 1996, pero la indomable diva se sobrepuso al quebranto y las enfermedades, y pasó sus seis años restantes entre homenajes y reconocimientos a su ilustre carrera como la máxima estrella del cine de habla hispana.
El 8 de abril del 2002, María Félix hizo por primera vez algo como el más común de los mortales: falleció de un infarto mientras dormía en su residencia de Polanco en la Ciudad de México. Un diario francés anunció la triste noticia con un sencillo titular: "MURIÓ EL CINE MEXICANO".
Fragmento de "Resguardar una estrella"
Palabras de Gonzalo Rodríguez, Museo MUNE, Monterrey, N.L., México, 2018